Voy a cantar un corrido
que vale la pura plata,
donde les doy la noticia
de la muerte de Zapata.
¡Adiós, montes del Ajusco
adiós, cerros del Jilguero,
adiós, montañas y cuevas
donde anduve de guerrero!
Adiós, querido Morelos,
adiós, Nación Mexicana,
¡vivan las leyes del Cielo
y María Guadalupana!
Adiós; República entera,
¡adiós, México, querido,
ya se terminó la vida
de quien tanto habías temido.
El Atila me llamaron
los que a mí me combatían,
pero ya todo acabóse
y murió ya a quien temían.
Me trataron con respeto
todos mis soldados leales,
para ellos no había tormento.
Adiós, firmes generales.
Adiós, muy heroica Cuautla,
adiós torres de Morelos
adiós las de Tenepantla,
pues ya nunca nos veremos.
Adiós los que me ayudaron
los nueve años de batalla,
en que nos vimos cubiertos
por la terrible metralla.
Adiós, Yautepec hermosa
y la bella Tetecala,
Jojutla y sus arrozales
donde no tiré una bala.
Pintoresca Cuernavaca
no te volveré a admirar,
ni en Tlaltizapán querido
echaré más de un pial.
Ayala donde hice el Plan
y donde esperé ser viejo
cuántos gallos fui a pelear
y cuántos recuerdos dejó.
Pero llevo un orgullito,
que yo a nadie respeté;
sólo a mi Dios infinito
a ese nunca le falté.
Adiós, mi señora madre,
adiós, todos mis chamacos,
adiós, todos mis amigos,
les encargo a mis muchachos.
Saquen todo mi dinero
que dejé bien enterrado,
búsquenlo cerro por cerro
no se lo lleve un malvado.
Tenía Casa de Moneda
en una cueva allá arriba
y allí dejé mucha plata
para mi madre querida.
Búsquenlo pronto por Dios,
que ya estamos derrotados
por el general González
o se quedan arruinados.
Me jugaron una trampa
de que se habían sublevado
y me creí de Guajardo
siendo yo gallo jugado.
Como a las tres de la tarde
del nueve tan memorable,
Jesús rondó mi cantón
y me mató cual culpable.
Ahora pretendo el perdón
de todito el mundo entero,
pues me parte el corazón,
mi vida de guerrillero.
Adiós Palafox, Murillo,
Ayaquica y Genovevo,
Vázquez y don Everardo,
en mis recuerdos os llevo.
Palacios mi secretario
también cayó prisionero
muriendo como valiente
sin quitarse su sombrero.
Cuántos hombres fueron muertos
y cuántos ajusticiados,
todo por la triste guerra
que ya nos tiene agobiados.
Aunque siempre me podía
tuve que hacer fusilar
a muchos por revoltosos
para hacerme respetar.
Muerto está ya el guerrillero
que a ninguno respetó,
pues a Madero y Carranza
bastante guerra les dio.
Hoy de todos se despide
con tristísima amargura
y pide que no lo olviden
en su oscura sepultura.
Adiós le digo a Carranza,
al que siempre combatí,
pues ya perdí la esperanza
y en polvo me convertí.
Adiós, ferrocarrileros
ya nunca los volaré,
compongan todos sus trenes
que al mundo no vovleré.
Mi alma ya desaparece
del Estado de Morelos
y al pueblo pido que rece
ante el Señor de los Cielos.
Olviden ya las querellas
vuelvan a labrar la tierra
que ya no corra más sangre
en los llanos ni en la sierra.
Que mi muerte sea fecunda
y traiga paz y ventura
al Estado de Morelos
donde está mi sepultura.
Adiós, adiós mi alma vuela
a presencia del Creador
quiéranse amados paisanos
como manda el Redentor.